Manos limpias, gente trabajadora

Me subí en la combi Roja 3A en la ciudad de Morelia a las 9:30pm rumbo al centro histórico. Cruce por las calles del olvido gubernamental (por donde aún corre el drenaje público por las calles) y no tardé en cruzar miradas de esperanza con una mujer de edad avanzada. La señora Hernández, jubilada en los sectores burocráticos de salud, sentada en el lugar de copiloto, contaba abiertamente las historias engarzadas de los manantiales donde antes se juntaban las familias adineradas "de sociedad" para pasearse entre la naturaleza una vez a la semana.

Ella había cuidado de la zona como guardabosques a su país verde de las maravillas hasta que la inútil multiplicación de lo destructivo pero bastante redituable/repudiable construcción de fraccionamientos había destruido el camino, los árboles, y el color del agua de ese lugar. "Aún existen algunos ojos de agua pero mire -dirigiendo la mirada y apuntando con el dedo a una casa abandonada en obra negra- allí se guarda el lugar donde veníamos con mi madre para jugar entre brincos con el agua fría del manantial de los itzicuaros".

Producto de la transición política del 2000 y la inversión nacional e internacional en las burbujas inmobiliarias (que después explotarían en 2008 en E.E.U.U.) se habían creado en bastantes ciudades "galaxias" de hogares a precios cotizables vía crédito INFONAVIT o FOVISSSTE para muchos empleados con bajos sueldos. La oportunidad de criticar a cualquiera que había comprado en éstas galaxias por ser "enemigos de la naturaleza" obedecía en realidad a una crítica mal direccionada. Habían sido las empresas que consiguieron producir casas en masa, destruyendo los ojos de agua que la señora Hernández cuidaba, no era la gente que necesitaba un hogar la culpable, ¿o me equivoco?

Cuando la gente compró casa en los nuevos fraccionamientos del poniente de la ciudad nadie le dijo que existieron ríos, sembradíos, ojos de agua, una tradición y una historia (y si le hubieran dicho pero era la única opción posible de tener un hogar, lo hubieran siquiera pensado). Por supuesto, sepultadas el día de hoy entre paredes de una casa sin pintura de la cual se escucha (poniendo el oído en la entrada de ese lugar) un gran volumen de agua que nutre las manos culpables o no de la gente que aquí vive y se lava las manos como el conductor de la combi que responde a la señora Hernández con un "pues así es ésto y ni qué hacerle". Públicamente es más importante Tres Marías y el complejo de Golf para los eventos internacionales que las miles de familias hacinadas en el ojo ya no de agua pero si de la población que trabaja para que ésta ciudad funcione todos los días.




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