Explorando una vida: Piedad.


Explorando una vida desde una ventana, recorre el café a través de la garganta. Pasan los años frente a los ojos y los momentos regresan cuando volvemos en nosotros. Volvemos a vernos como hace ya algunos ayeres con otras virtudes y defectos. En particular a mí me abraza el recuerdo de una conversación con mi bisabuela (afortunado soy de aún tenerla) doña Piedad.

Ella aquel día respiraba tan fuerte como hablaba y le había invitado junto a mi tío Silvestre una cerveza, camino a la entrevista sobre los temas de la Revolución. Ella era una eminencia de entre las emociones, los relatos y los cuentos. Siempre dispuesta a responder la verdad y a llorar las lágrimas necesarias para contarlo completo. También a reír como Garrid, poema de Juan de Dios Peza que tanto adoraba escuchar de mi voz.

La Revolución había desaparecido mucho del relato que debía contarse pero ella accedió a decir que todo se debía contar a través de las cuevas donde habitaban muchas mujeres  de los revolucionarios y bandoleros. Era el miedo, el productor de almas desprovistas de esperanzas pero, ella cambió ese miedo en esperanza y logró construir la familia que le dio vida a mi abuela Teresa Banderas y a mi madre Leticia Álvarez Banderas.

Ayer la ví en el pueblo de Ario de Rosales (la casa natal de mi mamá), a esa bisabuela líder y sobreviviente de las violaciones a miles de mujeres en Michoacán durante la Revolución. Ella con una cerveza hace 5 años me había contado esto y ahora no podía ni abrir casi sus ojos, ni sabía mi nombre ni mi suerte. 113 años, dicen mis familiares más cercanos, no pasan en vano, como todos esos momentos que pasan delante de nuestros ojos y debemos externarlos.


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