Explorando una vida: Piedad.

Ella aquel día respiraba tan fuerte como hablaba y le había
invitado junto a mi tío Silvestre una cerveza, camino a la entrevista sobre los
temas de la Revolución. Ella era una eminencia de entre las emociones, los
relatos y los cuentos. Siempre dispuesta a responder la verdad y a llorar las
lágrimas necesarias para contarlo completo. También a reír como Garrid, poema
de Juan de Dios Peza que tanto adoraba escuchar de mi voz.

Ayer la ví en el pueblo de Ario de Rosales (la casa natal de mi mamá), a esa bisabuela líder y sobreviviente de las
violaciones a miles de mujeres en Michoacán durante la Revolución. Ella con una
cerveza hace 5 años me había contado esto y ahora no podía ni abrir casi sus
ojos, ni sabía mi nombre ni mi suerte. 113 años, dicen mis familiares más cercanos, no pasan en vano, como todos
esos momentos que pasan delante de nuestros ojos y debemos externarlos.
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